Desde hace más de 20 años me dedico profesionalmente al fitness, aunque mi conexión con el ejercicio comenzó mucho antes. Desde pequeña, gracias a mi padre, aprendí a vivir el deporte desde el disfrute y la salud, no como una obligación, sino como una forma natural de escuchar y entender mi cuerpo.

A lo largo de mi trayectoria, fui descubriendo cómo el ejercicio influye en nuestra energía, bienestar y autoestima. Aprendí a comunicarme con mi cuerpo, a interpretar sus señales y a aplicar el conocimiento para obtener los resultados que buscaba. Sin embargo, en este camino también observé algo que me preocupó profundamente: muchas mujeres no disfrutaban del entrenamiento, lo vivían como una carga, lo que les impedía ser constantes y, en consecuencia, alcanzar sus objetivos.

Lo que más me indignaba era la falta de atención y planificación específica para mujeres de más de 40 años, una etapa en la que el ejercicio físico se vuelve clave para revertir y minimizar los efectos de la perimenopausia y la menopausia. Síntomas como el aumento de grasa abdominal, la flacidez, la falta de energía, la ralentización del metabolismo, los cambios de humor o los problemas de sueño pueden mejorar significativamente con una rutina adecuada de entrenamiento.

Pero había un desafío aún mayor: la constancia. Muchas mujeres no lograban integrar el ejercicio como un hábito en su vida, y ahí fue cuando lo tuve claro. Mi misión sería utilizar mi experiencia no solo como entrenadora, sino también como pedagoga, para diseñar una metodología que hiciera del fitness algo fácil, accesible y, sobre todo, disfrutable. Porque cuando algo te hace sentir bien, se convierte en parte de ti.

Hoy, mi propósito es ayudar a mujeres como tú a descubrir una nueva manera de entrenar, sin presiones ni sufrimiento, pero con resultados reales y sostenibles.